 
 sábado 13 septiembre 2025
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 Cuando un hombre es aficionado a saber, nada más que por el gusto de saber, las verdades absolutas y eternas sin que éstas modifiquen en lo mínimo su conducta, este hombre no pasa de ser un teórico, un intelectual, un curioso de las cosas del espíritu. Y cuando hay uno que trata de poner en práctica lo que ha aprendido, empeñado en perfeccionarse, poco a poco todos los días para llevar una vida superior y merecer un mejor destino, ese es un ocultista.
La diferencia, pues, entre un teórico y un ocultista, radica en la acción. El teórico se conforma con el sueño de la acción; el ocultista no está tranquilo si no realiza, siquiera en parte cada día, con la acción del sueño.
Las grandes religiones, consideradas esotéricamente, son muy poderosas por su origen, antigüedad y esencia. Y también por sus millones de afiliados y por los millones de dólares que atesoran. Sin embargo, no pueden detener al mundo que se despeña. ¿Por qué? Porque se han concretado al aspecto exotérico del culto, más que a la esencia de sus doctrinas. El Cristianismo es la más moderna y verdadera de todas. Pero los depositarios de esa Sabiduría la hicieron dogmática, y más apegada a los negocios del mundo que a los negocios del cielo. Los fieles, por su parte, prefieren seguir al Papa que seguir a Cristo; católicos en lugar de ser cristianos, pagar una misa en lugar de enderezar sus conductas.
El día que cualquiera de las Iglesias llamadas cristianas obliguen a sus miembros a seguir fielmente los mandatos de Cristo, los templos quedarían vacíos, y los sacerdotes y pastores tendrían que irse también.
Por eso es que el mundo —la multitud— está cada día peor. Y por eso es que los Poderes de la vida son conferidos nada más que a las élites y no a los nefelibatas entregados a la contemplación extática de la verdad. Esos poderes no se obtienen por gracia, sino que los conquistan los fuertes, los llamados a servir a la Verdad con perseverancia y valentía.
NAPOLEÓN TERCERO AMADOR