Al Poner El Pie En La Senda…

miércoles 12 julio 2023 | Napoleon Tercero A

Pongamos a la orden del Bien nuestras modestas facultades espirituales y anímicas; dediquemos muchos ratos de nuestro tiempo a una meditación abstracta, para poner en orden en ese paro de nuestras actividades corporales, las ideas y la dialéctica para la difusión mental y oral de las verdades eternas, apartando de nuestro corazón, aunque solo sea por un momento, las ambiciones personales de lucro o figuración; y pensemos en ese período notable y raro que sigue al hermoso acontecimiento de la Senda Probatoria.

Al principio, cuando el Señor nos pone en ella, no pensamos, en absoluto, en consecuencias prácticas y en resultados sensibles de la aventura para nuestro destino cotidiano; y mientras para la Jerarquía invisible somos distinguidos y visibles porque ya somos aquellos que ya se alejan del mundo común, nosotros experimentamos la sensación de nuestra vocación solamente como un proceso anímico. Pero también esto representa una incidencia aguda en nuestra vida. Aunque el tiempo transcurrido durante el fenómeno de la incorporación de Nuestro Sagrado Señor Manvántara hubo realizado en nuestros corazones el contacto con el mundo divino que era ya algo intuido, o lo acercaba a su realización, en virtud de Su inefable doctrina de amor, sentimos ahora separarse netamente el ayer del hoy, el pasado del presente y del futuro, del mismo modo que aquel que se despierta de un sueñe, no puede dudar de estar despierto, aún hallándose en el mismo ambiente de sus sueños.

Hay muchas clases y formas de vocación, pero su germen nuclear y su sentido son siempre idénticos. Por esa vocación el alma es despertada, transformada y sublimizada de tal manera que en lugar de los ensueños y las intuiciones de adentro, surge de repente un llamado de afuera, algo como un trozo de realidad que se apodera de nuestro espíritu. Y aquí el trozo de realidad es casi siempre la figura de Nuestro Sagrado Señor Manvántara, el Maestro Divino, conocido por el vulgo sólo como lejana y venerable personalidad de Hijo de Dios, que se nos presenta casi corporalmente, mirándonos con sus grandes ojos azules, omniscientes, para enseñarnos, casi sin palabras, lo que es la verdadera vida. Y aquí lo importante es estar capacitado de antemano para saber todo lo que puede seguir y resultar de ese momento, cuando Él se nos aproxime, nos sonría, nos bendiga y desaparezca. Porque entonces nos sentiremos demasiado colmados y preocupados por el eco inmediato e íntimo del acontecimiento. Como una planta joven que hasta ese momento se desarrollara tranquila y titubeante, y comenzara de pronto a respirar con más violencia, y a crecer como si en una hora de milagro hubiera tenido de repente conciencia de la ley de su ser y aspirara fervorosamente a cumplirla, así nosotros comenzaremos rápida y anhelosamente a reunir y tender nuestras fuerzas. Nos sentiremos cambiados, nos sentiremos crecer, experimentaremos nuevas reacciones, nuevas armonías entre el mundo y nosotros, nos sentiremos capaces para muchas cosas superiores, para cualquier tarea, olvidaremos todas las asperezas del mundo, y soñaremos con una suavidad y abandono antes desconocido para nosotros; y como si en el fondo del alma se nos abriera un surtidor de poesía, escucharemos el viento o la lluvia; admiraremos perplejos una flor o el agua fluyente de un río, sin comprender nada con la mente concreta; sólo intuyendo, transportados por la simpatía hacia las cosas de Dios y por la curiosidad Infantil y el deseo de comprender. Y sentiremos nuestro Yo auténtico, superior y oculto, arrastrado hacia el inmenso Yo del mundo, todo misterio y sacramento, en donde podremos encontrar, para deletrearlo en silencio, el maravilloso alfabeto de todos los fenómenos de la naturaleza y del espíritu.

Napoleón Tercero Amador

Napoleon Tercero A Signature