Mi Pequeño Cuento
domingo 16 febrero 2020 | Napoleon Tercero P
Creó Dios un hombre y una mujer, crecieron y se amaron hasta la muerte; volvieron a nacer, el uno en Roma y el otro en Buenos Aires, corrieron los años y se volvieron a ver, y se amaron hasta la muerte; y volvieron a nacer, una, veinte mil veces más; pero de algún modo se volvieron a encontrar de nuevo en el mundo, (qué karma más pegajoso verdad?) y bajo diferentes cielos, y en zonas diferentes, la cosa es que se vieron una y otra vez y se amaban siempre, hasta la muerte.
Pero Dios estaba al tanto de lo que pasaba, porque Dios es omnisciente y tiene además un gran sentido del humor. Entonces resolvió hacerles una jugada, y decidió que él naciera en la tierra y ella en venus; mas él todas las noches, se subía a la cumbre de un peñón, junto al mar y sin saber porque, buscaba en el cielo a venus y suspiraba y suspiraba, y hacia versos y canciones, y cantaba;
Pasaron los siglos, decenas de siglos, y siempre cualquiera que fuera la forma y astro en que Dios los dispersase, siempre se buscaban, con un no sé qué……… con una angustia,……con un inmenso deseo……con un anhelo……con un vacío……Un días resolvió Dios llamarlos a su santa presencia, el uno estaba en marte y el otro en la constelación de los Gemelos, y llegaron pues a la presencia de Dios, pero apenas se vieron, los muy sinvergüenzas corrieron a toda velocidad y se abrazaron y se dieron un beso, y después ella le dijo algo en el oído a él, y se dieron otro beso. Que barbaros; mejor dicho, que evolucionados, delante del mismísimos Dios, besándose.
No se escandalicen, porque era un beso puro, si, un beso puro, no había sangre, ni carne, ni nada, porque cuando uno llega ante Dios, ni lleva ni sangre, ni carne, ni nada, porque el espíritu es luz, el caso es que ellos se seguían besando, el beso iba para largo, pero Dios esperaba que concluyera para dirigirles la palabra; pero Dios como es un Padre amantísimo y tiene una paciencia infinita, esperaba; mas noto que, se estrechaban mucho, tanto que sus contornos se fueron esfumando, esfumando hasta que las huellas divisorias se borraron. Entonces Dios tomo la pizarra y dijo: “Uno más uno igual a?” en eso los volvió a mirar y dijo: “Ah esto no puede ser, ayer uno más uno eran dos y ahora uno más uno son uno más grande y más brillante” y se quedó pensativo.
Cuando alzo de nuevo los ojos, ya no los vio, no vio nada (la bribona cuando se besaron la primera vez, le había dicho a el: “Yo sé dónde nos vamos a esconder para que no nos vuelvan a separar jamás”) y Dios se levantó muy nervioso, y sintió que no era limitado, que había crecido, por supuesto, si ellos se le fueron dentro del corazón y se le acurrucaron; claro que los iba a encontrar el pobre Señor.
Napoleón